PRESENTACIÓN:

Me llamo José Fco. Cervera. Soy logopeda y me gusta mi profesión. La he disfrutado y lo sigo haciendo. Quiero dejar escritos algunos de los recuerdos de estos años y las anécdotas y experiencias que me cuentan otros colegas sobre nuestra profesión: la logopedia.

Puedes localizarme en la Clínica Universitaria de la Universidad Católica de Valencia, en la calle Guillém de Castro 46; 46001 Valencia. 963920624 ó 963637412, ext. 71100. Allí, junto a mis compañeros, atiendo a pacientes con trastornos del lenguaje, el habla y la voz.

La mejor forma de ponerte en contacto conmigo: josefran.cervera@ucv.es

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Mi "primer caso"

Empecé el ejercicio profesional hace veintitres años. Entonces era raro encontrar alguien en el mundo que supiera el significado de la palabra logopedia. Tras unas semanas sin que mi gigantesco y carísimo contestador de la época recogiera pitido alguno, tuve la primera cita con mi primer paciente.

Acudió acompañado de su madre y su hermana. El “chico” tendría unos 17 años. En su colegio le habían recomendado la consulta con un logopeda a causa de dificultades de pronunciación. La madre estaba un poco estupefacta. Después de darles explicaciones sobre el significado de la palabra logopedia, les pregunté el motivo de la consulta y varias cosas normales en toda anamnesis.

Tras una breve exploración anatómica y funcional, oírle hablar y leer e incluso cantar, llegué a la triste conclusión –teniendo en cuenta que era mi primer cliente- que se trataba de una persona absolutamente normal. Eso sí, si alguien alguna vez ha visto una persona vaga para articular fui yo aquel día gris de noviembre. Vamos, que “el niño” no movía la boca para hablar ni con amenaza de incendio. Ni la boca, ni el cuerpo ¡Ahí estaba él, depositado en la silla lo mismo que un abrigo tirado en un sofá!

Con un arranque de profesionalidad e intentando decir las cosas sencillas con palabras difíciles –pecado de juventud- pasé a explicarles el problema a madre y hermana -ambas monísimas y con modelitos inalcanzables para una economía media saneada. Se lo expliqué. La madre ponía una cara extraña. Cuando acabé me dijo con una voz gangosa y una prosodia cursi y muy “pija”: “Oig, ya lo entiendo. Debe ser de familia. A mí me dicen lo mismo en los consejos de administración… no me entiende nadie“

Me preguntó cuál era la solución. Sin ningún rodeo le dije que mover un poco más la boca. A lo que contestó: “¡Qué horror! ¡Qué vulgar! ¡Mover la boca!”.
Hablé un poquito con la hermana, que estudiaba segundo de medicina. Cuando se iban me dijo a escondidas “No le hagas caso a mi madre; es muy pija y nadie le entiende cuando habla”. Ahora que lo pienso la hermana se parecía a Lisa Simpson.

No necesito decir que aquella fue mi primera consulta pero aquel no fue mi primer paciente. Dijeron que llamarían pero no lo hicieron. Mi contestador siguió con la cinta en blanco otra temporada.

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